Moverse es una necesidad fisiológica a lo largo de toda la vida. Y cuanto más joven se es, mayor es la necesidad de moverse y mayores los beneficios físicos y psicológicos que ello proporciona. Por eso es tan importante que los niños se muevan a sus anchas y que puedan desarrollar todas sus capacidades motrices, pues al mismo tiempo favorecerá su autoestima, autonomía y seguridad en sí mismos.
El deporte es mucho más que la simple actividad física, y si se enseña de manera apropiada se puede convertir en un hábito muy favorable para toda la vida.
Los profesionales de la educación física, de la activación física, así como los entrenadores y padres de familia deben estar conscientes de que si los niños no hacen deportes desde pequeños es probable que tampoco lo hagan cuando sean adultos. También se sabe que a los ocho años es ya un poco tarde para empezar a practicar algunos de ellos. No estamos hablando de niños con aptitudes excepcionales que puedan llegar a ser deportistas reconocidos: estamos hablando de niños y niñas normales, a quienes se recomienda empezar a desarrollar su parte motriz, coordinación y psicomotricidad cuanto antes, porque mientras más temprano lo hagan, será más fácil y rápido aprender y dominar los movimientos básicos de las actividades más complejas.
Por eso entre los siete y los diez años, cuando los profesores de educación física inciden por primera vez en los alumnos, ya es tarde, porque a esta edad muchos de ellos ya presentan deficiencias en lo que se consideran destrezas básicas. Se trata de carencias que aparecen por una estimulación nula o pobre para la actividad física a edades tempranas. Por eso es obvia la necesidad de iniciarlas de los cero a los ocho años, antes de lo que se acostumbra normalmente.
Sin embargo, se necesita aplicar una metodología adecuada a edades tempranas, ya que hay que permitir al niño decidir, improvisar y repetir los ejercicios que más se ajusten a sus preferencias y características. De este modo se consigue que participe de una forma activa y libre y que se sienta capaz de alcanzar los grandes retos que él mismo se plantea.
Entre los tres y los seis años es la edad del desarrollo de la psicomotricidad y el juego, por lo que durante dicho periodo la actividad física estará dominada por éste y deberá:
1. Desarrollar la agilidad, el equilibrio, la fuerza y la flexibilidad.
2. Evitar la competencia y favorecer el compañerismo y la amistad.
3. Practicar deporte, no ser campeón.
4. Divertirse.
Los beneficios físicos del deporte en la salud de los niños son múltiples, ya que:
1. Desarrollan resistencia cardiovascular, lo cual, a futuro, previene la aparición de enfermedades cadiovasculares.
2. Previenen las lesiones musculares.
3. Aumentan la flexibilidad.
4. Permiten conocer el propio juego.
5. Desarrollan la capacidad de coordinación.
6. Favorecen la destreza de los movimientos básicos que en el futuro permitirán realizar el trabajo técnico deportivo de forma óptima.
Asimismo, el deporte redunda en beneficios psíquicos, como:
1. Ganar seguridad en uno mismo.
2. Incrementar la autoestima.
3. Ganar autonomía, que es la posibilidad de actuar de manera independiente.
4. Adquirir valor tanto en situaciones físicas como sociales.
Un niño que se mueve, que corre, que le gusta nadar y jugar fútbol con sus amigos es más sano que el que tiende a quedarse sentado mirando la televisión o jugando videojuegos. Por ello debemos favorecer los hábitos saludables, propiciar el movimiento y el juego, inventar actividades, ofrecer alternativas a las actividades sedentarias y ayudarle valorando lo bien que lo hace. Seguramente estaremos haciendo una inversión a largo plazo en felicidad y salud.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios
Publicar un comentario