A diferencia de civilizaciones donde las condiciones ambientales o los procesos de enterramiento tratamiento del cuerpo humano favorecieron la conservación algunos especímenes, el mejor vestigio —y c más común— para estudiarías condiciones de vida d los antiguos mexicanos son sus restos esqueléticos, si obviar que varias fuentes escritas dan cuenta de enfermedades y remedios que existían a la llegada de le españoles, o que ciertas representaciones plásticas —e: cultóricas y pictóricas— manifiestan rasgos anómak que la medicina actual bien podría asociar con parálisis facial, tuberculosis, bocio, pie equinovaro y otras deformaciones congénitas.
Hoy la especialización de la disciplina antropólogo y la aplicación de nuevas técnicas y recursos científicos permiten ir más allá del análisis óseo convencional para diagnosticar las enfermedades del pasado. Antropólogos físicos y especialistas en antropología esqueleto (bioarqueología y osteología forense) han amplia nuestro conocimiento sobre la constitución física y el i gimen alimenticio de los antiguos habitantes de México, pero también sobre sus padecimientos congénito infecciosos, metabólicos y geriátricos.


Sin dejar de lado la diversidad cultural del México prehispánico, la causal mágico-religiosa de la muerte o la representatividad del registro arqueológico para las diferentes culturas, los estudiosos del tema han postulado como enfermedades frecuentes las asociadas con el ciclo natural de vida y muerte, en particular las relacionadas con el parto (fiebre puerperal), la infancia (diarreas, infecciones respiratorias, quemaduras por insolación y dificultad para mamar) y la vejez (artritis y osteoporosis).
En términos generales, y no muy lejos del optimismo narrativo de los cronistas del siglo XVI, se considera que las sociedades mesoamericanas lograron establecer un equilibrio con su medio ambiente que, al igual que otras civilizaciones contemporáneas en el resto del mundo, alcanzaron una aceptable expectativa de vida, cercana a los 40 años. Además, sabemos que desarrollaron tratamientos preventivos y curativos para sus padecimientos, los cuales se comportaron de manera estable a juzgar por la escasa incidencia de epidemias de enfermedades infecciosas y la ausencia de antibióticos.
De acuerdo con la evidencia física del registro arqueológico, el conjunto de las enfermedades comunes en las distintas culturas y épocas del México antiguo suele agrupar las siguientes:

Osteopatologías metabólicas
Enfermedades como la espongiohiperostosis o la criba orbitaria (crecimiento anormal de hueso poroso en el cráneo o en las órbitas oculares), la hidropesía (ascitis o acumulación de líquido en el vientre), la hipoplasia del esmalte dentario, la hemorragia subperióstica y las reacciones inflamatorias en huesos largos están relacionadas con carencia de elementos nutricionales, y en el contexto pre-hispánico marcan una clara distinción entre las clases sociales, como lo demuestran los estudios de osamentas de gobernantes mayas, que describen individuos privilegiados que llegaron a alcanzar estaturas y edades por encima del promedio general.
Displasias y afecciones congénitas
Entre éstas se han documentado casos de deformación congénita de columna vertebral (gibosidad o joroba) y la iconografía es pródiga en representaciones de dedos supernumerarios y enanismo en la cultura maya o en la azteca, de pie Bot (o equinovaro, porque pisa en un ángulo imperfecto, lo cual da lugar a las "piernas zambas") pues se consideraban atributos extraordinarios. Una afección genética de registro reciente es la espondilitis anquilosan te (fusión progresiva de columna y articulaciones) que se aprecia como hereditaria en la dinastía gobernante efe Calakmul.

Infecciones
La exposición directa a bacterias, hongos y virus justifica las infecciones broncopulmonares ) gastrointestinales comúnmente representadas en versiones gráficas Pero hay evidencia documental ; ósea de síntomas y lesiones provocadas por infecciones más grave; como la tuberculosis y la sífilis, pre existente en momias de la Cueva de la Candelaria. La extensa ocupación y explotación de recursos en zonas tropicales ha sugerido proliferación de las leishmaniosis cutáneas y el mal de Chagas en época prehispánica, no así la lepra, el paludismo y la fiebre amarilla, que se consignan hasta después de la Conquista española.
Enfermedades reumáticas
Afectaciones osteoarticulares, como la artritis deformante por desgaste, han sido identificadas en varias poblaciones prehispánicas como consecuencia de las prácticas físicas que promueve la especialización del trabajo. Menos frecuente es la osteo-porosis degenerativa por envejecimiento, tal vez porque se relaciona con la expectativa de vida, aunque en fecha reciente ha llamado la atención la identificación de ambos padecimientos en las osamentas de Pakal y la Reina Roja, longevos jerarcas de Palenque.

Traumatismos y heridas
Los efectos de traumas externos, contracciones musculares y algunas heridas en cráneos, brazos, piernas y costillas han sido reconocidos en colecciones óseas de varios sitios arqueológicos, donde constituyen una patología frecuente en la población masculina joven, quizá por su aptitud para participar en actividades bélicas. La mayoría son lesiones consolidadas y regeneradas en vida, aunque se han reportado casos de ' osteomielitis como secuela de infección de la médula ósea, a raíz de un traumatismo mayor.
Patologías dentarias
I Las piezas dentales y sus contenedores suelen conservarse mejor; por
ello son restos óseos muy útiles para la identificación de problemas de salud en general. Allí se plasman tanto la calidad de la alimentación como los hábitos de masticación y de escasa higiene bucal que, en los antiguos mexicanos, causaban caries, abscesos alveolares, pérdida de dientes, acumulación de sarro y desgaste dental.
Aunque con menos apoyo fáctico, asimismo es posible presumir la existencia de otras enfermedades que también dejan huella en los huesos, como la craneoestenosis (cierre prematuro de suturas craneales) y los tumores por crecimiento anómalo de hueso y tejido, así como "diagnosticar" representaciones de bocio, escorbuto o anemia crónica, suponer referencias epidemiológicas en las regiones tropicales, o interpretar males mortales provocados por susto o hechicería.
Si bien la investigación científica ha contribuido a validar la presencia
de este tipo de enfermedades en las diversas culturas mesoamericanas, no puede afirmarse lo mismo sobre las prácticas médicas de prevención y curación. Las que se refieren a la sociedad azteca sólo aparecen documentadas en las crónicas y dibujos de autores españoles e indígenas, como se aprecia en las magníficas ilustraciones del Códice Florentino.
El doctor Bernardo Ortiz de Montellano considera que la cultura azteca, al igual que otras medicinas no occidentales, logró desarrollar un sistema médico con características personalista y naturalista, pero influido por una particular cosmovisión mágico-religiosa donde las fuerzas anímicas desempeñaban un papel fundamental para el funcionamiento de los hombres.
El soporte de este sistema de salud era un pleno conocimiento del cuerpo humano, fortalecido por la ingesta de una alimentación equilibrada con proteínas y la disposición de infraestructura pública para el abastecimiento y desalojo del agua potable y residual. Los preceptos morales de equilibrio, moderación, ejercicio y cumplimiento del deber también eran esenciales para conservar la salud física.
De acuerdo con la cosmovisión azteca, existían al menos tres fuerzas anímicas en el cuerpo humano: tonalli, relacionada con el sol y concentrada en la coronilla; teyolía, equivalente al "alma" y localizada en el corazón, e ihíyotl, ubicada en el hígado. La afectación de cualquiera de estas fuerzas podía causar enfermedad, locura o muerte. Desde el punto de vista personalista, los males eran ocasionados por entes sobrenaturales, no humanos o hechiceros, que enviaban epidemias, mataban, enfermaban a la gente o le provocaban daño mediante conjuros. "Los remedios contra las enfermedades infligidas por los dioses eran la confesión, la ofrenda [...] o
la expiación", en tanto que la brujería requería procedimientos mágicos, menciona Ortiz de Montellano, quien también comenta que la atenta observación de la naturaleza permitió a los aztecas descubrir los beneficios de las plantas y convertirlas en medicinales. "Su tratamiento de las heridas superaba en mucho al usado por los europeos [...]; su cirugía era bastante adecuada [...] Trataban fracturas, drenaban abscesos y practicaban formas menores de cirugía plástica".
Escenas plasmadas en el Códice Florentino muestran curaciones de fracturas y dislocaciones con polvo de cucucpatli y entablillamiento; tratamientos de heridas en la cabeza a base de orina, matlaxihuitl y baba de maguey, para cicatrizar; la sanación de moretones e hinchazones con ungüentos de hierbas; la ejecución de sangrías para disminuir la inflamación por caídas; la bebida de huitztli para aliviar el dolor por picaduras, o de orina caliente con lagartijas molidas para las lesiones de pecho, y el uso de la raíz de maticéhuac para las hemorragias nasales. Quizá ahora no sea tan evidente, pero la práctica y aceptación de la medicina tradicional provienen, en buena medida, del conocimiento y la cosmovisión de los antiguos habitantes de nuestro territorio.

0 comentarios