El epazotl es una de las plantas indígenas de México más apreciadas, tanto por su sabor como por sus propiedades medicinales. El nombre epazotl es de origen náhuatl y se deriva de épatl, que en español significa "zorrillo". Después de la Conquista, el nombre se españolizó a "epazote". Es posible que entre los antiguos mexicanos la planta haya sido denominada así por el fuerte y característico olor que tienen sus hojas y que recuerda al de la orina del zorrillo.

En la botánica náhuatl, el término epazotl define un género; es decir, los mexicas nombraban así a un conjunto o grupo de plantas que compartían usos y propiedades. La taxonomía moderna ha mostrado que la agrupación que los mexicas hacían de sus plantas era bastante precisa, ya que la clasificación actual de los epazotes incluye varias especies de un mismo género {Chenopodium) con distintas variedades: Ch. ambrosoides, Ch. effusum, Ch. foetidum, Ch. graveolens, etc. Todas estas plantas reciben en México el nombre popular de "epazote".

La especie de este género que ha sido mejor estudiada recibe ahora el nombre botánico de Teloxys (antes Chenopodium) ambrosioides y pertenece a la familia de las quenopodiáceas; es una hierba de color oscuro, de olor penetrante y sabor amargo que se utiliza ampliamente como condimento. Los primeros datos de carácter médico sobre el uso y propiedades del epazote provienen de la obra de Francisco Hernández,

Historia Natural de Nueva España. Ésta fue el resultado de las observaciones que sobre la flora y la fauna mexicanas realizó este médico en el siglo xvi, en atención a las instrucciones recibidas del rey de España, Felipe II. Para Hernández, el epazote era un vegetal "caliente en tercer grado", calidad que se definía según la concepción humoral de las enfermedades o de los recursos curativos. Hernández colectó en México varios cientos de plantas medicinales autóctonas y llevó a cabo su descripción y clasificación organizándolas como recursos 'fríos', 'calientes', 'secos' y 'húmedos', terminología usada ampliamente por la medicina colonial y que en muchos aspectos se conserva hasta la fecha en el léxico popular.

El médico español señala en su obra que "agregado a las comidas, el epazote fortalece el cuerpo y, el cocimiento de sus raíces, es el remedio más usado por los indios para contener las disenterías, permitiendo arrojar del vientre a los animales nocivos". Debió ser muy frecuente el uso de esta hierba entre los habitantes de la Nueva España, pues Francisco Hernández afirmaba que la planta se cultivaba en todos los huertos domésticos.

Durante el periodo colonial algunos autores de libros sobre recursos curativos locales describían ampliamente los beneficios del epazote. Referían tanto el uso de la raíz como el de los tallos y hojas para elaborar un cocimiento que era dado a beber al que tenía lombrices intestinales o padecía asma o dolor de dientes y cabeza.

No es de extrañar que la fama del "tecito" de epazote como cura eficaz para quien tiene lombrices intestinales, haya sido tan amplia en el México colonial; baste recordar los repugnantes recursos que ponía en práctica la medicina española, para entender su fama. Sin embargo, como en otros casos de la herbolaria medicinal indígena, el epazote no fue incorporado a la medicina española oficial, sino que su uso se conservó y difundió como remedio casero de la práctica curativa popular.

La clasificación de las plañías por familia, género y especie botánica, se introdujo en el estudio de la naturaleza hasta mediados del siglo XVIII. En Nueva España esta metodología se aplicó a la par que en Europa, merced a la creación del Jardín Botánico y la Cátedra de Botánica Medicinal de la Ciudad de México, que estuvo a cargo del ilustrado científico Vicente Cervantes. Este autor nos dice en su Materia Médica Vegetal de México, obra que se elaboró a finales del siglo XVIII, que: "El epazote [clasificado entonces como] Chenopodium ambrosioides es frecuente por todas partes; excita poderosamente el sudor, la orina y el menstruo; cura los flatos y corrobora el estómago. El epazote cimarrón |clasificado por él como] Chenopodium antihelminticum nace en todas las huertas de esta tierra como el antecedente y se tiene por un excelente remedio para las lombrices, de cuya virtud toma el nombre".

Más adelante, el mismo botánico agrega un dato curioso que permite constatar que el epazote se introdujo también en Europa: "En muchos pueblos de Castilla al epazote le llaman Té de Nueva España y si la preocupación de los hombres fuera tanta en estimar siempre por superiores las producciones más retiradas, abandonarían seguramente el Té de China por ésta y muchas otras plantas que poseemos en América y que no ceden en virtud de aquellas".

Si el siglo xvni fue el tiempo de la clasificación de la naturaleza y del inventario "racional" de sus recursos, el siglo XIX fue el del inicio de su investigación química. El análisis médico del epazote se inició en ese siglo tanto en México como en Europa. El famoso doctor regiomontano Eleuterio González (1813-1888), hízo una apología de la planta en su tratado Lecciones de Materia Médica y Terapéutica, publicado en Monterrey en 1888. Por él sabemos que ya para entonces en Europa se conocía al té de hojas de epazote como "té de México", "pazte" o "anserina". Que los botánicos habían descubierto en las hojas de la planta unas diminutas glándulas productoras de cierto aceite "esencial" responsable de su característico olor y cuyo contenido fue explorado en 1827 por un químico inglés de nombre Bley.

Otro famoso médico de la época, de apellido Plenck, realizó en Austria estudios en pacientes neu-rológicamente afectados, a quienes administró aceite de epazote. De la divulgación de sus estudios se extendió la conseja de que este producto era útil para combatir el llamado mal de San Vito. Ya para entonces la planta tenía reputación como remedio eficaz para curar el asma y la tosferina.

Los médicos mexicanos reconocían, además, efectos emenagogos (para inducir la menstruación), diuréticos y sudoríficos, y la raíz se empleaba en las boticas del siglo pasado para elaborar un producto en forma de polvo que se usaba como desparasitante intestinal (antihelmíntico). El "epazote del zorrillo" (Chenopodium foetidum) era considerado un desparasitante más eficaz, aunque tóxico.

En nuestro país, fue el Instituto Médico Nacional (1888-1917) en donde se investigaron de manera sistemática las plantas medicinales durante el último tercio del siglo xix. Ahí, Secundino Rodríguez y Edel-miro Rangel demostraron que en varios pacientes los extractos de epazotes (Teloxy ambrosioides y Chenopodium foetidum) eran útiles para arrojar los helmintos alojados en el intestino. Posteriormente propusieron que su aceite, rico en un compuesto llamado ascaridol, era el responsable de la acción desparasitante.

Durante el siglo xx el aceite de epazote fue investigado a profundidad debido a que su producción comercial bajo el nombre de Quenopodio se difundió en varios países como medicamento farmacéutico desparasitante. Sin embargo, se demostró que la toxicidad del aceite era altamente riesgosa. El sacaridol y otros terpenos presentes en el aceite provocan, en dosis elevadas, intoxicación del sistema nervioso central, producen convulsiones, paro respiratorio y, eventualmente, la muerte. Se concluyó que el medicamento elaborado a base de aceite de epazote no debía sobrepasar las diez gotas por toma. No obstante lo anterior, la proliferación de "aceites de epazote" sin controles químicos y botánicos pertinentes produjo, y sigue provocando, frecuentes intoxicaciones, sobre todo en niños de corta edad a quienes se pretende curar de parasitosis intestinales con este producto.

Esta circunstancia y la aparición ulterior, ya avanzado el siglo xx, de medicamentos desparasitantes con menor toxicidad y mayor eficacia, hicieron que el aceite de epazote cayera en desuso y dejara de producirse farmacéuticamente.

Es necesario asentar que el uso de las hojas de epazote como condimento y para elaboración de tés digestivos carece de riesgo, ya que en ellos la concentración de aceite es sumamente baja.

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